me amoldo a cada curva vacía del espacio
y ese tiempo detenido en un cajón de madera
en la parapetada y nívea pared que nos separa....
recojo cada molécula de risa
y la envaso entre la boca,
de las manos, rayos de luz que encienden
las ideas y las labores emprendidas.
amoldada a mis noches y mis días,
a las semanas que suman las vivencias
y los años atrapados en el certificado abierto
que dice que estoy viva.
me adentro en el paraíso del color y de sus prismas
y en un viaje de una micra me convierto en arco,
en signos y en rayos cósmicos
y despierto sobre la oscura materia que nos envuelve...
no me preguntes por qué,
porque no se si nací bajo el iris de un lago
o dentro del cráter de un volcán extinguido
o siendo espuma de una ola
u onda de sonido que se pierde...
se que me amoldo, despacio a la vida...
y me he amoldado al dolor, a la ausencia,
incluso a la presencia inequívoca de lo desconocido...
y cada átomo de mi ADN
se ha vertido en las lágrimas
y he sentido atravesar la daga de la muerte.
me amoldo redonda como corchea en el aire,
abracada por la música interna que me acuna,
cada tarde... cada noche , cuando me hundo entre tus ojos...
no, no me preguntes...
ya que sólo el éter conoce el principio,
la fuente y el fin para el cual fui creada en esta estancia,
en esta cárcel de piel, en este temporal viaje que acompaña mi moldura...
amoldada pertenezco a la raza humana,
de un sentir permanente, de un pensar efímero,
como sustancial son los astros
que sobre las coronas reinan en sus siglos,
doblando las historias en encuentros y desencuentros...
dispersada en el minutero que se empeña,
doy vueltas en el círculo, adentrándome en la esfera,
sin esquinas, ni recodos, encuentro el génesis del alma,
rondando el destino acomodado
como sentencia consagrada de mi plaza.
Copyright ©2012 Ivonne Sánchez Barea. Derechos reservados - All Rights reserved.
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